Emisora

LA RAZA ADÁMICA

Según la enseñanza de los espíritus, es una de esas grandes inmigraciones, o si se quiere, una de esas colonias de espíritus venidos de otra esfera, la que ha dado origen a la raza simbolizada en la persona de Adán, por cuya causa se la designa con el nombre de raza adámica. A su llegada, estaba poblada la tierra de tiempo inmemorial, como lo estaba La América a la llegada de los europeos. La raza adámica, más adelantada que las que la habían precedido en la tierra, es, en efecto más inteligente, y la que impulsa a todas las demás al progreso. El Génesis nos la presenta desde luego industriosa, apta para las artes y las ciencias, sin haber pasado por la infancia intelectual, lo que no es propio de las razas primitivas, pero concuerda con la opinión de que ésta se componía de Espíritus que habían ya progresado. Todo prueba que no es antigua en la tierra y nada se opone a que no esté sino desde hace unos cuantos miles de años, puesto que no está en contradicción con los hechos geológicos ni con las observaciones antropológicas, que, por el contrario, tienden más bien a confirmarlo. La doctrina que hace proceder a todo el género humano de una sola pareja desde hace unos seis mil años, no es admisible en el estado actual de nuestros conocimientos. Las principales consideraciones que la contradicen, sacadas del órden físico y del moral, se resumen en los párrafos siguientes. En el aspecto fisiológico, tenemos ciertas razas que ofrecen tipos particulares, característicos, que no permiten asignarles un origen común. Hay diferencias que no son efectos del clima, puesto que los blancos que nacen en los países de los negros, no nacen negros, y viceversa. El ardor del sol da a la epidermis un tinte más obscuro, pero no transforma el blanco en negro, ni aplasta la nariz, ni cambia la forma de las facciones, ni vuelve crespos y lanosos los cabellos lacios y sedosos. Hoy es cosa sabida que el color del negro procede de un tejido particular subcutáneo y que es peculiar de la raza negra. Adán y sus descendientes están representados en el Génesis como hombres esencialmenre inteligentes, puesto que desde la segunda generación construyen ciudades, cultivan la tierra y trabajan los metales. Sus progresos en las artes y las ciencias son rápidos y constantemente sostenidos. No se concebiría, pues, que de esa cepa hayan salido numerosos pueblos tan atrasados; de inteligencia tan rudimentaria, poco superior aún en nuestros dias a la de la animalidad, que habrían perdido todo rastro y hasta el recuerdo tradicional de lo que hacían sus progenitores. Una diferencia tan radical en las aptitudes intelectuales y en su desarrollo moral, atestigua con no menos evidencia su origen diferente. Prescindiendo de los hechos geológicos, la prueba de la existencia del hombre en la tierra antes de la época fijada por el Génesis, está sacada de la población del globo. Sin hablar de la cronología china, que sube, según se dice, a treinta mil años, documentos más auténticos prueban que el Egipto, la India, y otros países, estaban poblados y florecientes tres mil años antes de la era cristiana, y por consecuencia, mil años después de la creación del primer hombre, según la cronología bíblica. Documentos y observaciones recientes parece que acreditan, sin ningún género de duda, que ha habido relaciones entre la América y los antiguos egipcios, de donde se deduce que aquel país se hallaba ya poblado en aquella época. Sería necesario, pues, admitir, que en mil años, la posteridad de un solo hombre haya podido cubrir la mayor parte de la tierra, cuya extraordinaria fecundidad sería contraria a todas las leyes antropológicas; y el Génesis mismo no atribuye a los descendientes de Adán una fecundidad anormal, puesto que hace su recuento nominal hasta Noé. La imposibilidad se hace aún más evidente, si se admite con el Génesis que el diluvio destruyó a todo el género humano, a excepción de Noé y de su familia, que no era numerosa, el año 1656 de la Creación, o sean 2348 antes antes de Jesúcristo. No sería, pues, sino de Noé desde quien dataría la población del globo, hacia cuya época la historia designa a Menes por rey de Egipto. Cuando los hebreos se establecieron en aquel país, 642 años después del diluvio, constituía ya un poderoso imperio que habría sedo poblado, sin hablar de otros países en menos de seís siglos por los solos descendientes de Noé, lo cual no es admisible. Una lógica rigurosa corroborada por los hechos, demuestra de la manera más parentoria que el hombre existe en la tierra desde un tiempo indeterminado, muy anterior a la época fijada por el Génesis. Lo mismo puede decirse de la diversidad de los troncos primitivos, porque demostrar la imposibilidad de una proposición, es demostrar implícitamente la proposición contraria. Si la Geología descubre vestigios auténticos de la presencia del hombre antes del gran período diluviano, la demostración será más absoluta. (El Génesis los milagros y las predicciones pág #148 y 149)

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